El Ayuntamiento de Les Franqueses del Vallès promueve un edificio en el meandro del río Congost, al pie del parque del Falgar, con el fin de albergar unas aulas y espacios de formación asociados a una parte administrativa y de cafetería.
El proyecto se resuelve en tres contenedores permeables en los que se distribuyen los diferentes usos de forma reversible. Estos pueden asumir futuros cambios de uso y subdivisiones, permitiendo deliberadamente la evolución, reforma o reutilización del edificio.
Las tres volumetrías con cubierta de dientes de sierra se integran en la estructura del parque, la vegetación arbórea en la ribera del río y los cortes geológicos del terreno en el límite del meandro.
Se construyen mediante una selección consciente de materiales naturales, locales y de bajo impacto ambiental. Así pues, los muros a sur se componen de la tierra procedente de desprendimientos del propio meandro. Las fachadas este, oeste y norte del edificio se resuelven con entramado de madera prefabricado. El aislamiento se realiza con inyectado de celulosa. La cubierta es de chapa, construida en seco y reutilizable.
El edificio se climatiza y ventila de forma pasiva. En invierno, los muros de tierra, acumulan la energía del sol y la ceden hacia el interior de los espacios de forma pasiva debido al retardo térmico. En verano, las pieles vegetales de las fachadas sur y las pérgolas, reculan hidrotérmicamente el primer término exterior, reduciendo la temperatura significativamente y sombreando los muros de inercia.
Se realiza un análisis de ciclo de vida que arroja un dato de impacto de 265 kg CO2 eq. /m2. Este valor tan bajo se consigue mediante la selección consciente de materiales de bajo impacto en todas las partes del edificio y mediante la minimización de los sistemas de clima.
Se construye un sistema de pozo canadiense con el colector enterrado en el parque en la fachada norte. Este colector capta el aire, lo atempera y lo vierte mediante unas rejillas en el suelo de los espacios. Es un sistema que se acciona mediante unos sensores de temperatura y CO2 que permiten un control minucioso de la renovación para evitar pérdidas térmicas en invierno y permitiendo una ventilación (freecooling) en verano. En cubierta, se instalan paneles fotovoltaicos capaces de producir más energía de la que precisa el edificio, convirtiendo en un edifico positivo.